Llegó mi último día en Honduras. No será mi último día de toda mi vida, pero
por ahora sí lo es. Me siento un poco triste porque me tengo que ir pero
contenta a la vez porque tuve la gran oportunidad de conocer a otro lugar y muchos
no tienen esa oportunidad. Ya es tiempo de regresar a casa y volver a lo ordinario.
Mi viaje a Honduras fue maravillosa en muchas maneras porque conocí a mucha
gente linda y la tierra tan bella. Ellos me enseñaron a tomar un momento cada día para disfrutar las cosas pequeñas de la
vida.
Mucha veces trabajamos y
trabajamos para conseguir algo en el futuro pero debemos reducir nuestra velocidad
y tomar conciencia de lo que nos rodea. La vida pasa sin que nos demos cuenta y
es triste cuando uno solo se la pasa trabajando. El dinero nos hace la vida un poco
menos difícil pero no es lo más importante. Lo que sí importa son los momentos que compartimos con la gente que queremos. Lo
que me llevo de este viaje son los momentos pequeños. Por ejemplo, la gente que
conocía por las calles y las reacciones de mi familia al ver algo nuevo. Me acordaré de los colores del cielo cuando bajaba el sol, el misterio del cielo
nocturno, y la tranquilidad de un nuevo amanecer.
Al llegar a mi casa en el estado
de Washington, le quise contar mi experiencia a mis amigos y familiares para
compartir los sentimientos que sentía por dentro. Aunque ellos me escuchaban atentamente, ya sabía
que no entenderían lo que yo viví. Cuando termine de contarles los momentos más destacados, les pedí que viajaran a un lugar como Honduras. Honduras
es un lugar humilde y sencillo que ofrece más de lo que uno cree. Uno tiene que vivir una experiencia en lugar de escuchar
de otros. No existen palabras que puedan describir la experiencia de viajar.